Zapeando ayer por la tarde me encontré en un programa de la tele a un hombre iracundo, sacado de sus casillas, obviamente perturbado y con un evidente y grave trastorno (tal vez pasajero) en la personalidad. Hablaba mordiendo las palabras, con una ira indisimulada que me dejó perpleja, soltando venablos y exabruptos a diestro y siniestro y amenazando con atentar contra su integridad fÃsica si no se satisfacÃan sus reivindicaciones. TenÃa aspecto de persona humilde que no habÃa tenido una vida demasiado confortable ni acceso a la cultura o la educación académica, pero eso no le impedÃa explicarse magnÃficamente. Se le entendÃa todo y no habÃa lugar a dudas: estaba plenamente convencido de tener razón en todo lo que decÃa.
Yo no sabÃa quién era, pero sentà mucha curiosidad por saber qué le pasaba, por qué se comportaba de ese modo y por qué se creÃa tan puesto en razón. Enseguida até cabos: ese hombre era el abuelo de aquella niña a la que violó y asesinó un energúmeno que estaba en la calle y no en la cárcel a causa del descojone reinante en cierto juzgado andaluz, el que, ya sabéis, preside un juez apellidado Tirado al que sus compañeros jueces acaban de imponerle por ello una multa de 1.500 euros, lo que a la familia de la vÃctima le parece inaceptable poca cosa.
La exaltación del abuelo de una niña asesinada en tales circunstancias no es noticia. Ni siquiera es de extrañar, es entendible y es disculpable. A muchas personas que en general están en sus cabales, si viven estas circunstancias se les cruzan los cables. A veces cometen actos terribles, enloquecidos por el dolor y la rabia, y a la desgracia inicial con frecuencia hay que sumar las desdichas provocadas por la primera.
El Estado -en sus diversas formas: municipal, autonómica, central, etc.- está obligado a colaborar a la recuperación espiritual de los familiares de las personas que mueren o son obligadas a pasar por terribles experiencias como la violación o el secuestro. Pero no queda ahà la obligación estatal: también hay el deber de que no se contagie a la sociedad el odio y la sed de venganza que sienten los familiares de las vÃctimas, cuando no tienen asistencia psicológica que les ayude a superar el trance de la mejor manera.
Lejos de todo eso, el Gobierno y el PP aprovechan para intentar sacar partido de la situación, poniéndose públicamente de parte de los exasperados familiares de la niña asesinada, y tomando también partido en contra de la multa a la que se ha condenado -antes de recurso- al juez Tirado, por las mismas razones que esgrimÃa el abuelo ayer en la tele.
Esta cruzada vengativa no puede ser oficial. ¿O es que el espÃritu de la Justicia la va a fijar el lumpenproletariado, esa gente a la que le encanta insultar a los encausados a las puertas de los juzgados? No es posible: mesura, vamos a ver si nos centramos.
Ayer, ese abuelo rabioso amenazaba con quitarse la vida si no se le hace caso. Responsabilizaba a José Luis R. Zapatero y a Rajoy, entre otros, de lo que le pueda pasar.
Me pregunto si no tiene razón al asignar responsabilidades de su posible muerte: hay ciertas cosas con las que no hay que jugar, y es evidente que a este hombre le han seguido el juego esos dos responsables o irresponsables polÃticos, con los oscuros propósitos ya explicados. Una prueba de lo dicho es que ninguno de estos dos elementos se ha posicionado en contra de las acciones de este otro juez, por ejemplo.
De la colaboración de cierta prensa en este feo asunto, mejor no hablo. Que me enciendo.
6 comentarios ↓
Muy acertado tu post.
Sobre lo de la colaboración de cierta (solo cierta? o será toda) prensa, hubo un momento en que “zappeando”, en 3 cadenas estaban hablando de lo mismo, en una el padre, en otra el abuelo y en otra estaban arrancando y acabaron teniendo al padre. Y luego hablan de la “alarma social”, nunca de quien y como se crea.
Salut!
Creo que el “otro” juez es también el tal Tirado.
¿Te viene bien en agosto?
Joer, es un campeón el tÃo.
¿En agosto? No sé, hace mucha calorina.
He aprendido una palabra nueva, “vanablo”
Besos!
…O te refieres a “venablo” o te estás quedando conmigo, guapito. En cualquiera de los dos casos, haces bien.
La tengo leÃda hace mucho, ya sabes.
¡Besos!
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