El sábado pasado estuvimos en la exposición “El espejo y la máscara, el retrato en el siglo de Picasso”, que han organizado el museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid, y que podrá visitarse hasta el dÃa 20 de mayo, en las sedes de ambas instituciones en Madrid. A pesar de lo caro que resulta el evento (con audioguÃa, 8 euros por persona en la Thyssen; en Caja Madrid es gratuito el acceso), recomiendo vivamente la visita a todos los aficionados a la pintura que puedan ir a verla.
La exposición explica muy bien cómo se trató el género del retrato por los pintores renovadores de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. En una época tan fundamental para el desarrollo de las artes, el retrato fue una de las recetas preferidas por los pintores impresionistas, cubistas, abstractos y surrealistas: para estos autores tan valientes, el retrato era un excelente campo de investigación de nuevas técnicas: el espejo roto y la máscara, que dan adecuado nombre a esta muestra, son dos de ellas y de las más utilizadas en esta época, como se sabe.
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Hay cuadros estupendos en la exposición, de Picasso, Van Gogh, Gauguin, Cézanne, Matisse, Munch, Kahlo, Miró, Kokoschka, Rivera, Schiele -a éste no lo conocÃa yo-, Klimt, entre otros. También DalÃ.
DalÃ: qué gran farsante. No cabe duda -nunca ha cabido- de que fue un gran pintor, un excelente dibujante… pero nunca un creador. Nunca tuvo el alma del artista. Toda su vida fue una gran farsa: no sentÃa la llama de la inspiración. Él mismo lo confesaba: “para este retrato me he inspirado en los de Juan Gris” (querÃa decir que copiaba descaradamente su estilo sin añadir nada nuevo). “Nadie en la Resi se creÃa que yo podÃa ser un artista cubista; vienen todos a ver mi obra“. Eso era lo que más le importaba al pintor.
Es curioso, porque es un farsante con un talento indiscutible. Se empeñaba en gastar todas sus fuerzas en hacerse pasar por un gran genio… Cuando probablemente si se hubiera dejado llevar, sin más, habrÃa sido considerado un genio de todos modos. Y nadie pensarÃa que es un farsante. Es un caso clÃnico, muy interesante además.
No es comparable con otros farsantes sin talento. Y no me refiero sólo al mundo artÃstico.
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