República Dominicana (y VII): Las Terrenas, punto y final

Por fin llego al final de mi relato dominicano. Me quedarán muchas cosas por contar, pero no puedo hacer de esta serie algo eterno. Hay que hablar de otros asuntos que también merecen mi atención, y mi relación con República Dominicana no ha hecho sino comenzar: ¡pienso volver!

Las Terrenas y Samaná

Antes de regresar a Santo Domingo, y desde allí de nuevo a Madrid, pasamos unos días en una maravillosa casa que nos dejaron, situada en lo alto de una loma del municipio de Las Terrenas, en la provincia de Samaná:

                           

Como veis en el mapa, la mayor parte de la provincia la ocupa una península en las costas atlánticas de Dominicana: es la península de Samaná, cuyo nombre taíno comparte con la provincia entera y con el municipio cabecera de ésta.

Hay algo que hace de este lugar un sitio irrepetible: A la bahía de Samaná llegan cada año cientos de ballenas jorobadas a procrear: desde enero a marzo los machos cortejan a las hembras saltando y aleteando. Los que han tenido la suerte de ver este maravilloso espectáculo no lo olvidan.

Santa Bárbara de Samaná, o simplemente Samaná, es una ciudad pequeña y coqueta, con una mezcla cultural prodigiosa por lo peculiar. El paseante encontrará casas francesas coloniales que imitan a las originales -extintas- de madera, y una iglesia metodista que los locales llaman “churcha” (del inglés church), en referencia a su origen anglosajón:

Las Terrenas, a pesar de lo dicho, es mi localidad favorita de la República Dominicana. Tiene un aire europeo, medio hippy, que hace de este pueblecito un lugar divertido y agradable, lleno de lugares en los que comer, beber, bailar y descansar, y todo ello en plena naturaleza… Claro que el riesgo de que la villa acabe asolada por el turismo es muy grande, y seguramente ya imparable, al ritmo al que va la cosa. Ya se lo temen hasta los murales de la tapia del cementerio municipal:

Pero por lo menos hasta hoy, Las Terrenas es un pueblecito sin apenas asfalto, rodeado de selva y con playas espléndidas, como ésta:

Nosotros hicimos vida, como os decía, en lo alto de un monte -una loma-, en una preciosa casita digna de formar parte de una revista de arquitectura e interiorismo.

Las vistas desde arriba eran fabulosas, la piscina era estupenda y el clima muy agradable cuando no llovía -a cántaros, como suele por allí-, pero la compañía de grandes tarántulas en el dormitorio y de enormes ciempiés en el cuarto de baño acabaron por hacer mella en mi sueño, a pesar de la mosquitera con la que procuraba evitar la presencia de tales intrusos en mi cama. También tuvimos la compañía de decenas de insectos preciosos -incluída una mantis religiosa-, de simpáticos lagartitos y de varias ranitas de diverso colorido, pero de éstos no tengo queja.

Y punto, y final

Hasta aquí ha llegado el relato de nuestros días dominicanos. Me quedan algunas cosas que contar, como la pobreza de los haitianos en relación a los dominicanos, y cómo su piel más oscura de lo habitual en Dominicana los identifica en su origen. Si los dominicanos son pobres, los haitianos son paupérrimos. Alcanzar su situación es como subir un peldaño más en la escala de la injusticia.

Me gustaría hablar despacio del desastre económico en el que las largas décadas de corrupción han sumergido a los dominicanos, y del culto a la personalidad de sus gobernantes, cuyos extremos nunca se han alcanzado -ni por asomo- en la vecina isla de Cuba: hay fotografías del presidente Fernández por doquier, y en cada ciudad, pueblo y aldea hay fotos de los munícipes locales. Cada obra pública merece, por lo visto, que el que esté al cargo del Gobierno en ese momento se coloque la medalla de su mérito. Pero bueno, más vale que dejemos a quienes saben, hablar largo y tendido de la política dominicana: la oposición local de izquierdas.

También me gustaría poder contaros algo sobre los ciclones -los huracanes- y cómo influyen en la vida cotidiana de los dominicanos. Pero como os decía, en algún momento hay que cortar.

Me queda mucho por contar, pero sobre todo y naturalmente, me quedan muchas cosas por descubrir de Dominicana. Tan pronto como lo haga, las compartiré con vosotros. Ardo en deseos de volver a este país, prodigio de belleza y de feracidad, lleno de alegría y de color. Seguramente, uno de los mejores sitios del mundo. Ojalá que las cosas les vayan mejor.

2 comentarios ↓

#1 Don Perfecto Gomez on 03.24.09 at 4:49 am

Hola Belen, quisiera saber si me podrias brindar informacion sobre que lugar se puede uno ir a hacer camping en las terrenas, ya que quiero huirtle a esta voragine consumista que es la semana santa o spring break como ya le comenzaran muy pronto algunos dominicanos a llamar a esta dichosa semana.
este es mi correo y si por favor podrias asesorarme ya que quiero retirrme sin gastar dinero en ningun sitio.
Este es mi mail: madredeus16@gmail.com

#2 Belen on 03.24.09 at 6:24 pm

Uy, ni la menor idea, lo siento.

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