Venezuela (y III)

Además de lo que ya os conté acerca de mi viaje a Güiria (Sucre, Venezuela) y la Revolución Bolivariana, os diré que personalmente esta jira ha sido para mí una experiencia intensa, a ratos dificililla, pero en general inmensamente satisfactoria.

Ello se ha debido a la buena compañía que he tenido, tanto por parte venezolana como por parte española. De los venezolanos ya hablé el otro día, de los españoles prácticamente no, y merece la pena que lo haga.

El grupo español (”complutense”, podríamos decir) estaba formado por varios doctores y profesores universitarios (Jorge, Juan Carlos y Rafael), la brillante Sandra, jefa de TQM, la empresa de formación que me contrató, y la estupenda María Jesús, trabajadora de TQM que coordinó con excelencia el curso y me ayudó en todo momento, y con la que compartí habitación en el hotel “Chuchú”, en el que ambas nos alojábamos. Decidimos compartir habitación porque nos pareció la mejor solución para pasar los días que nos tocaba en Güiria. Fue una idea muy buena, porque María Jesús es una chica de muy buen convivir.

A Rafael y a Sandra ya los conocía, porque él es el tío de Ángel, mi marido, y Sandra es su mujer. Hemos tenido una larga relación a través de los años, pero ésta era la primera vez que nuestra relación se hacía profesional… Y no tengo ninguna queja de cómo ha ido el experimento. Espero que ellos tampoco.

A Juan Carlos (Monedero) lo conocía de vista, solamente. Es un hombre curioso. Parece mucho más joven de lo que es (tiene cuarenta y tantos años y aparenta treinta y pocos), no tiene pelos en la lengua, y aunque resulta bastante impertinente de vez en cuando, reconozco que tiene gracia, y seguro que también su atractivo para las chicas, a las que no dejaba de tirar flores (es un don Juan).

A Jorge Verstrynge (Vestringe) también lo conocía de vista, pero mucho más que a Monedero: durante años, mientras yo vivía en casa de mis padres, éramos vecinos. Conocí a sus hijos pequeños desde que eran bebés, y a él lo tenía muy visto. Es un tipo curioso. Muy curioso, de hecho. Me cayó bien, a pesar de lo complejo que resulta su pensamiento político, y me pareció un excelente conversador. Tuvimos una simpática cena con Jacques Brel como Leiv Motiv, que me dejó muy reconfortada.

Las dos charlas que dio Vestringe fueron estupendas, sobre todo la primera de ellas. Justo antes de que le tocara su turno docente, se fue la luz en todo el recinto en el que trabajábamos. La electricidad no volvió hasta que terminó su charla (yo hacía bromas con esto: esa misma noche, de madrugada, también nos quedamos a oscuras mientras tomábamos unos rones… yo pensé que Jorge se habría levantado a hacer pipí). Se tuvo que apañar con trasladar a todo el mundo a un aula pequeña en la que al menos entraba la luz del sol -abrasador- por los ventanales. La falta de aire acondicionado supuso un serio problema para todos, seguro que sobre todo para el ponente. Pero eso dio a la conferencia un toque caribeño, precario y un poco al estilo Carpentier.

No creo que olvide este viaje nunca. Por lo que ha tenido de distinto, hasta de extravagante.

“Welcome to Delta Caribe, have a nice day!”, decíamos en broma ante cualquier incidencia “tropical” que nos ocurría. Y con eso creo que hago justicia y resumen de esta hermosa y renovadora experiencia, que la verdad es que me gustaría repetir. Pero no se lo digáis a nadie.

Venezuela (II)

Os dejé ayer con el anuncio de que hoy os hablaría de otras cosas relacionadas con mi reciente viaje a Güiria. Voy, pues, a cumplir con lo anunciado.

No esperéis que haga una valoración de la Revolución Bolivariana ni del futuro que le espera, porque eso no sería serio por mi parte. Oí muchas cosas y asistí a muchas conversaciones y a muchas valoraciones de Chávez y de la Revolución, hechas por personas que sí conocen bien la realidad venezolana, pero eso es todo: yo sólo estuve allí unos días. Los suficientes para darme cuenta de que la coyuntura económico-político-social de Venezuela es ciertamente compleja, pero para poco más.

Sigo siendo partidaria de Hugo Chávez, como lo era antes de llegar. Al menos, tengo claras mis preferencias. La oligarquía venezolana es una de las peores del mundo: la basura que emiten día y noche las emisoras de televisión y los periódicos que controlan los económicamente más poderosos, es verdaderamente nauseabunda. Ríete tú de Federico Jiménez Losantos. Al menos, él sólo es uno. En Venezuela, los tipos como él son legión, ¡y salen por la tele a cualquier hora del día! Difaman, asustan, molestan, disparatan, tergiversan y manipulan, sin pausa ni descanso. Comprenderéis que contemplando ese panorama, a una le den ganas de colocarse del lado de los enemigos de esos chacales, de inmediato.

Dejando claro que soy partidaria del Socialismo del Siglo XXI y de la llamada Revolución Bolivariana, es obvio -el propio Gobierno venezolano lo admite- que hay demasiada pobreza en el país (los “ranchitos” o infraviviendas afloran aún y por doquier), aún hay demasiada violencia callejera (sobre todo en Caracas y Maracaibo), queda mucho trabajo por hacer en infinidad de áreas, y la extrema desigualdad entre clases sociales sigue siendo apabullante.

Además, a mí me dio la sensación de que Chávez y su gente aún andan buscando el camino a seguir. Parece que los objetivos a alcanzar sí están claros (así quedó reflejado hace pocos años en documentos oficiales como el de las “Metas del milenio“), pero no los medios por los cuales conseguirlos.

Y eso supone, sin duda, un problema. Un problema que, imagino, el Gobierno bolivariano está intentando resolver. No es descartable que en ese proceso se cometan, y se deben haber cometido ya, muchos errores. Lo fundamental es no salirse del camino para meterse en la charca, como decía Lenin en el “¿Qué hacer?”. Esperemos que así sea: Venezuela tiene muchos frentes abiertos, pero los tiempos que nos esperan pueden suponer una oportunidad para los más desfavorecidos, no sólo en América Latina, sino en todo el mundo. Hay que estar preparados para lo que acontezca.

Dicho esto, mi experiencia personal y concreta con los venezolanos que he conocido ha sido en general muy satisfactoria. Vi ánimo por trabajar por el socialismo en el país (también vi desánimo, pero en menor medida), sentimiento de estar haciendo historia, gran orgullo patrio y tremendo cariño por Hugo Chávez. En pocas palabras, me encontré con un genuino entusiasmo por el cambio, que como no acostumbro a dar con él, me satisfizo verdaderamente. Y ojo que, aunque de todo hay, os aseguro que entre la mayoría de la gente que componía nuestra audiencia, había que buscar mucho para encontrar actitudes espurias. Era mucho más fácil toparse con el empeño auténtico por cambiar Venezuela, el continente americano, e incluso (¿y por qué no?) el mundo entero.

Ahora bien: hace mucha, pero mucha, falta educar a los venezolanos. Y no sólo educarlos políticamente, sino en todos los sentidos. Ya sabéis que la ignorancia de las clases desfavorecidas es la puerta por la que penetra la injusticia. Y hay ignorancias supinas, creedme. Me refiero a precariedad seria de conocimientos.

El Gobierno ha hecho un esfuerzo educador con las Misiones Robinsonianas, pero me temo que no es suficiente. Hay que dar un paso más allá, cuanto antes y con todos los medios al alcance.

Vaya, veo que aún me queda material para otro post. Seguiremos informando.

Venezuela (I): Güiria y sus gentes

Ya estoy aquí. Aterricé el miércoles por la noche en Barajas, pero lo cierto es que hasta hoy por la mañana no me he recuperado del todo del tremendo palizón que mis ya casi vetustas espaldas han soportado sobre sí desde finales de octubre. Mi último destino ha sido Japón, Tokio concretamente, pero hoy voy a contaros algunas cosas que hice y que vi en el viaje inmediatamente anterior a aquél, el que me llevó a Venezuela durante una semana, y que ya os anuncié.

Mi compañera y ya amiga María Jesús y yo llegamos a Caracas el día 25 de octubre, con tiempo apenas para nada más que refrescarnos un poco y acudir al cumpleaños de un conocido de las personas con las que trabajé en Venezuela -y que fueron las que me llevaron allá-, Sandra y Rafael. El festejo se celebraba en una bonita casa local, con toda variedad de bebidas (particularmente de la bebida preferida por los locales, el whisky) y de comidas. Se nos trató con suma amabilidad, con la cordialidad habitual en las gentes caribeñas. Al día siguiente agarramos un pequeño avión a hélice que en algo más de una hora nos llevó -junto a nuestro voluminoso equipaje- a la ciudad de Carúpano, en el estado de Sucre. Tras un largo trayecto en carro a través de los feraces paisajes de la zona, tan similares a algunos del centro y el norte de República Dominicana, llegamos por fin a nuestro lugar de destino: la pequeña ciudad de Güiria, situada frente al océano Atlántico (es el único puerto no caribeño de Venezuela), en el que en los últimos tiempos se ha instalado una amplísima delegación de la compañía estatal PDVSA-Gas, parte de cuyos trabajadores fueron precisamente nuestros anfitriones.

Nuestra misión en Güiria consistió en preparar e impartir un curso destinado al fortalecimiento ideológico de algunos cuadros intermedios de la compañía energética estatal, que duró cinco días. Un reto apasionante, del que creo que puedo decir que salimos airosos y satisfechos.

Como experiencia laboral personal, ha sido la mejor de todas las que he tenido. Mi audiencia se componía en su mayoría de personas jóvenes, algunas procedentes de Güiria o de otras localidades del Estado de Sucre, y otras de otros lugares de Venezuela. También conocí a “viejos” militantes de izquierda, como el camarógrafo R. R. y el arquitecto Iván, que asistían con placer y alegría al curso, el primero como grabador de los actos y el segundo como participante, y con quienes mantuve frecuentemente instructivas y amenas charlas.

También charlé con jóvenes militares locales, la mar de afables (particularmente recuerdo a un sargento de infantería de marina de lo más gracioso); me reí con las cosas que decían unas adolescentes uniformadas que asistían a clase en la Misión en la que se desarrolló nuestro curso, y que creían que yo era cubana; comenté la actualidad venezolana con un montón de personas que pasaban por la puerta de nuestra sala; y trabé algo parecido a una amistad con los camareros que nos atendieron durante los cinco días, y que nos surtían eficazmente de café, agua, refrescos y algunas cosas para comer. A uno de ellos, llamado Figuera, tengo la satisfacción de haberlo convencido de que hablara cuando quisiera, y con orgullo, en “patois”, la lengua en la que se entendía todo el mundo por Güiria hasta que llegó un Gobernador español que prohibió que se utilizara (no la entendía y se mosqueó… ¿Os suena?). Este “patois” es similar al idioma que se habla en Haití, el “créole“, una lengua de base latina -francesa-, con fuertes influencias de algunas lenguas africanas y algo de inglés.

En Güiria aún le da vergüenza a la gente hablar en patois… Porque aún los hay que creen que como es una lengua “de negros” (sic!) no es elegante utilizarla. Mi amigo Figuera se liberó de su terror a que los blanquitos procedentes de Trujillo o de Caracas se dieran cuenta de que era negro, y negra y güireña era también su familia, y se soltó a hablarme en su patois. Yo le contestaba en francés, y tan ricamente.

Güiria es una ciudad pequeña y pobre. Sus habitantes han recibido con hostilidad la presencia de los trabajadores de PDVSA, y no es cosa como para reprocharles, porque la nueva situación ha hecho que suban los precios de los alimentos y demás mercancías de primera necesidad, también las casas, en muy poco tiempo y muy desproporcionadamente. No se puede, o no se debe, caminar por las calles si no se es natural del lugar. Parece que es peligroso.

En Güiria sólo hay dos hotelitos, muy modestos los dos: lo demás son posadas, alojamientos muy poco confortables en medio del campo. En cuanto a restaurantes y bares, conocí sólo dos, y uno de ellos exclusivamente abrió un día para agasajarnos a los españoles y a los miembros de Recursos Humanos de PDVSA (que tan bien nos trataron, particularmente el inefable y dedicado Richard, y su amable esposa, a quienes espero devolver el favor aquí en Madrid). El otro sólo abría hasta las 8 y media, momento en el que ya había que haber comido y bebido todo lo posible.

También visitamos una arepería (bar especializado en arepas), a donde nos llevaron el primer día a desayunar. Yo desistí de volver: mis tripas no son capaces de digerir tortas de maíz con relleno nada más comenzar el día, y confieso que me dio terror el jugo de naranja repleto de hielos que me sirvieron. No quiero agarrar nada irreparable en el trópico. Aunque algo agarré, pero no fue más que una diarrea pasajera que terminó radicalmente al tomarme una pildorita que me vendieron en una de las farmacias güireñas.

Los güireños que conocí son, sin excepción, gentes magníficas, amables y delicadas, agradables y buenos conversadores. Tienen también su vertiente algo impertinente -derivada de su naïveté, sin duda-, pero ni siquiera se acerca a la gravedad de la impertinencia de la gente de mi ciudad, Madrid. Así que lo dejaré correr.

Aún me queda hablar de las conclusiones que extraje acerca de las posturas y las actitudes políticas de los asistentes al curso, pero mejor lo dejo para mañana, cuando os hablaré también de mis compañeros docentes, con quienes tuve el privilegio de compartir “cartel”, como los toreros: Jorge Vestringe y Juan Carlos Monedero, ambos profesores en la Universidad Complutense. Lo mío fue menos elevado que lo suyo, seguramente, pero también más intenso. Os hablaré también de los jefes de nuestro cotarro “complutense”, Rafael Bañón y Sandra Martín, y de mi compañera María Jesús, que me sirvió de gran ayuda.

Tres, dos, uno…

¡Me voy a América!

Mañana vuelo a Venezuela, donde voy a pasar toda la semana y parte del finde siguiente. Allí me espera una ocupación que hace años que no desempeño: dar clase.

Ya os contaré, si puedo, qué me parece el chavismo in situ. Puede ser toda una experiencia.

¡Hasta la vuelta!

What would you do I if sang out of tune?

No sé si recordáis esa maravillosa canción de los Beatles: “With a little help from my friends”. Es una de las que más me gustan de todas las que se han escrito. Y no sólo por su música, espléndida, encantadora. Sobre todo por lo que dice.

Su primera estrofa comienza así: “¿Qué haríais si desafinara? ¿Os levantaríais y me largaríais?”

O sea, si no hago lo que esperáis que haga,  ¿qué vais a hacer?

Ellos también tenían miedo, como yo y como tú, de defraudar al personal. En su caso, claro, el asunto era más peliagudo, porque tenían millones de personas pendientes de lo que hicieran.

Pero en realidad, esto es algo que nos pasa a todos, en mayor o menor grado. ¿Y si resulta que no soy quien créeis que soy? ¿Y si hago algo que desafine, algo no planeado, algo que os disturba, algo que no cuadra?

¿Qué vais a hacer? ¿Dejaréis de hablarme? ¿No me vais a querer más?

Caramba. Eso es la madurez, ¿no os parece? Llega un momento en el que una, o uno, debe plantearse que ha de ser tal y como es, sin molestarle ni preocuparle seriamente lo que sus amigos esperen de ella, o de él.

A mí hace años que se me ocurrió pensar eso.

Sin embargo, hasta esta noche no me había dado cuenta de que fue eso lo que Lennon se planteó cuando escribió esta maravillosa canción.

Y es que, en el fondo, muchos somos iguales. Todos no, claro, solo a grupos.

La salida de Ekaizer

Ocho meses ha durado la protosatrapía de Ernesto Ekaizer en el diario “Público”: Algunos recordaréis el mal presagio que me inspiró su llegada. Yo recuerdo el disgusto que me costó mi ignorancia y mi inocencia, al publicar con sinceridad lo que pensaba del caso en donde por lo visto no se me quería ni ver, aunque yo no lo supiera (idiota que es una). En fin, pelillos a la mar, no me apetece recordar ciertas cosas más de lo estrictamente necesario, ni es mi intención engordar más aún el Ego de C.P. a mi costa.

Pero vayamos a lo que realmente interesa. Es obvio que Jaume Roures se equivocó contratando a Ekaizer, se equivocó gravemente y que su llegada supuso un disgusto para la plantilla, o para parte de ella.

Del mismo modo que el 23 de enero me preocupaba por Ignacio Escolar, hoy me alegro por él y por el resto de la redacción, y como entonces me disgustaba la perspectiva de que “Público” se derechizase -como lectora-, hoy me satisface pensar que Escolar siga siendo de verdad el director del periódico, porque casi siempre estoy de acuerdo con lo que escribe en su blog.

Además, seguro que mi ya casi amigo internáutico Rafael Reig, siempre tan brillante y tan inteligente, a menudo admirable y con frecuencia divertido, seguirá colaborando en el periódico tan bien como lo está haciendo hasta ahora. Y eso también contribuirá en el futuro a que yo pase ratos agradables y satisfactorios.

Todo lo cual redunda en mi bienestar espiritual, que para mí es importante.

La mañana de los micrófonos largos

Qué bien empieza el fin de semana. Resulta que esta mañana a Mariano Rajoy se le ha ocurrido sincerarse con el “campeón” Arenas delante de un micrófono abierto, y conectado con el rack que lleva el sonido directamente a todos los medios de comunicación que estaban presentes, que me temo que eran unos cuantos.

Va y dice que mañana tiene que ir al “coñazo del desfile”, lo que con triste ironía califica de “plan apasionante”. En eso estamos todos de acuerdo, salvo los que desfilan y algún friqui promilitarista, y esa fauna patriotera que va al día de la Raza llena de frenesí.

El problema es, como dice alguien en “Público”, que Don Pimpón el año pasado nos soltó un mitin que no veas, dando lecciones sobre patriotismo y animando a disfrutar de la “Fiesta Nacional” con orgullo y no sé qué. ¿Os acordáis?

Qué hipócrita, qué desvergonzado, qué jeta tiene.

Tengámoslo en nuestras oraciones, porque a estas horas debe estar pasándolo canutas. A ver qué le dicen mañana en el palco: “Mariano, Mariano, ánimo, que este coñazo pasa rapidito”.

Bueno, no doy más ideas, que los de La Verdaz deben estar preparando una edición especial sobre el evento.

Nuestro futuro en sus manos

Lo veo y no lo creo. ZP anuncia que va a inyectar dinero a los bancos. ¡A los bancos! ¿Habéis leído bien? Sí, ¡¡a los ban-cos españoles!! Alarmante, increíble, hasta chiripitifláutico, como diría Reig, este Gobierno de inútiles -porque eso es lo que es, entre otras cosas- que regala nuestro dinero a los mismos que nos lo quitan por otra parte y todos los meses a casi todos los trabajadores, de una manera o de otra, o de varias al mismo tiempo.

¿En tan mala situación están los bancos españoles? ¿No era la mejor banca del mundo, y bla-bla-bla? Solbes ha afirmado hoy mismo que en efecto así es: El vicepresidente económico ha dicho que ”ninguna entidad financiera española está en situación de riesgo de quiebra o insolvencia como la que sufren las de otros países europeos, y añadió que no cree que “ninguna pueda llegar a verse en esa situación”. (…) El vicepresidente señaló que el sistema financiero español “dispone de una gran capacidad para prevenir y gestionar una situación de dificultad”, y aunque las entidades del país “no se encuentran en una situación comprometida”, el Gobierno ha decidido tomar medidas excepcionales para evitar llegar al momento “extremo” que están viviendo los bancos de otros países.” O sea, que no pasa nada de nada, que no va a pasar nada de nada, pero por si acaso pasase, antes que nada, le regalan dinero a los bancos.

Con qué excusa? Tendría gracia, si no fuera cabreante. Con ésta: ”Solbes advirtió en cualquier caso de que “de mantenerse el ritmo de crecimiento de activos dudosos”, en alusión a la morosidad, las entidades “tendrán un deterioro significativo en sus resultados”.”

Es, sigo diciendo, perfectamente alucinatorio que (1) la banca vaya bien, estupendamente; (2) no vaya a pasar casi seguro nada de nada (si quieres te lo miro, pero que no); y (3) si los pobres que no pueden permitirse pagar la cuotas que los atan de por vida a los bancos porque han pedido un crédito personal para ir tirando, o uno hipotecario para tener dónde meterse, dejan de hacerlo, la tragedia para este Gobierno de desvergonzados (que eso también lo son) es la de que la banca gane menos dinero que antes.

Todo lo cual impulsa a este Gobierno de tipejos (que también) a darles dinero a los banqueros para que no pierdan dinero por culpa de sus hipotecados, si es que algún día empiezan a perderlo, que eso aún está por ver.

Es, perdonad que insista, una situación electrizante, petrificadora. Me deja sin otra posibilidad de respuesta que el cabreo más incontrolable.

Para ponerle algo de buen humor al asunto, el PP dice que apoya estas medidas adoptadas por el Gobierno ”siempre que el dinero vaya a las familias”.  ¡Ja, ja! Impresionante. Sí, a las familias de los banqueros va a ir. Menuda oposición, llena de descerebrados y de golfos.

Es increíble, de verdad lo es. ¡En manos de quiénes estamos y de quiénes podríamos estar! Da miedo. Enfada. Y también da vergüenza ajena.

Amorcito Fernández

He recibido este e-mail en mi correo de Yahoo!:

 

— El mar, 7/10/08, Maria Fernández <info@accesozorritascams.com> escribió:

De: Maria Fernández <info@accesozorritascams.com>
Asunto: hola amorcito
Para: “bmartos1969″

Fecha: martes, 7 octubre, 2008 1:55

 

ya tengo la webcam si me agregas dejo que me veas el tangita nenamorena1999@hotmail.com

Fernández

Me ha hecho gracia todo de este correo basura: el asunto (”hola amorcito”, sin coma ni mayúscula ni nada); el correo electrónico de la remitente, tan explícito (info@accesozorritascams.com); y el contenido del mensaje, con sus faltas de ortografía y puntuación, y sus suaves promesas pseudosexuales. Pero, sobre todo, me ha llamado la atención la firma: ¿Cómo “Fernández”, después de llamarme amorcito, e invitarme a que te vea la ropa interior?

Me ha hecho tanta gracia que he contestado, en plan funcionario pedorro. Así:

 

Fernández:

El “tanguita” se escribe, como ves, con una u entre la ge y la i.

De nada, amorcito.

Belén

2 de octubre de 1968, Méjico

En julio del año pasado visité por primera vez Méjico D.F. Guardo un gran recuerdo de aquel viaje, Méjico es impactante por muchas razones. Te aturulla su enorme legado cultural, presente en cualquier esquina de la ciudad, y en cualquier cosa que hagas por allí (por allá).

Esperando a que llegara el presidente Zapatero (lo vi prácticamente como en la tele), tuve la oportunidad de charlar con las chicas de la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Méjico. Unas chicas estupendas, desde luego. Asomada a la terraza del hotel, viendo el castillo de Chapultepec, me acordé de la matanza de 1968 en la plaza de las Tres Culturas -o plaza de Tlatelolco-. Les transmití a las chicas mi horror por aquello: “Qué espanto. Es uno de los crímenes de Estado más horribles que recuerdo. ¿Qué ha pasado con los culpables?” “Nada,” me dijeron, “absolutamente nada. El único culpable de aquello que sigue vivo, Luis Echeverría, ha sido exculpado de toda implicación hace poco.”

Fue horrible, me dijeron. Se metían en los apartamentos y sacaban a rastras a los estudiantes, algunos de sólo 17 años. Los desnudaron, los torturaron y a muchos los asesinaron in situ. Antes habían disparado sobre el grupo de manifestantes. Aún no se sabe a ciencia cierta cuántos murieron en la plaza bajo los disparos de los soldados, pero la CIA anunció a su Gobierno de entonces que al menos habían caído 200 personas. Probablemente murieron más de 400.

¿Qué pedían los manifestantes? Libertad, democracia y justicia. No habían hecho nunca daño a nadie.

La historia de siempre. Recordemos a estos muchachos y estas muchachas asesinados, impunemente hasta la fecha, por el Estado mejicano.