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Diga treinta y tres

Me gusta la frecuencia con que la cifra “treinta y tres” ha sonado en los últimos días en el Parlamento vasco: “Votos a favor del candidato Juan María Atutxa, treinta y tres. Votos a favor del candidato Miguel Buen, treinta y tres.” Si yo fuera parlamentaria en Vitoria, habría coreado la mágica cifra al compás de María José Lafuente: “¡Treinta y tres! (…) ¡Treinta y tres!”. “Diga 33”, dicen que decían los médicos para comprobar el estado de la salud de sus pacientes. Puesta a valorar el estado de salud del Parlamento de Vitoria, yo diría que ese “33”, una y otra vez repetido por la presidenta provisional, indica una vida política sana, aunque resulte complicada.

Porque al fin, el lío se ha deshecho: el PNV ha retirado la discutida candidatura de Atutxa y ahora el Parlamento vasco tiene presidenta de cierto consenso. No sé, pero huelo buenos tiempos. Ojalá no me equivoque.

Reinsértame

“Reinsértame, porque tengo la manía / de tomar café y comer al mediodía.” Estos cáusticos versos escritos por el músico José María Alfaya podrían muy bien servir de aderezo musical a un reportaje televisivo sobre la derrota que siguen actualmente las posturas políticas del inimitable “filósofo” Fernando Savater, seguidor de una popular corriente de pensamiento que se caracteriza por arrimarse al sol que más calienta. Estremecido, a lo que parece, ante la idea de quedarse sin el chollo que supone ir dando lástima e inspirando admiración a diestro y siniestro, por culpa de que presuntamente ETA no pensase apenas en otra cosa que en conspirar contra su integridad física, Savater ha decidido cambiar de estrategia. Se diría que la alarmante posibilidad de quedarse sin ser escuchado y mantenido en todos los ámbitos auspiciados por el poder político y económico al que beneficia la existencia de semejantes estafermos le ha sugerido el proyecto de ser el primero en apuntarse al carro del diálogo. Pero no me gusta ser mal pensada; pongamos que Savater ha visto la luz en lo que se refiere al modo de terminar con el terrorismo etarra. De ser así, la vía que ha escogido para destacarse en ese sentido tiene desde mi modesto punto de vista ciertas carencias éticas: si eso de dialogar le parece a Savater ahora de lo más razonable, si encuentra “absurdas” las manifestaciones en contra de la iniciativa de Zapatero, ¿por qué ha decidido hablar de lo que supo en una reunión de carácter privado, sin permiso de quien se lo contó?

No, no me gusta ser mal pensada, pero hay ocasiones en que no queda otra posibilidad. Savater busca la reinserción, mira cómo adaptarse a la nueva situación que se avecina. Seguramente tendrá éxito.

A pesar de lo poco edificante de su actitud, ésta indica algo beneficioso para la mayoría: ya se sabe qué pasa cuando las ratas abandonan los barcos.
 

Ay, Madrid

Y es que Madrid está imposible. Cuando regreso a casa tras pasar algunos días en la playa, o en otra ciudad, me asombra el mal aspecto que tiene la gente. Cuántas caras largas, qué cetrino el color de la piel de tantos transeúntes, cuanto nervio, cuánta mala leche. No me extraña que así sea, en todo caso. Os digo que Madrid ya no es una ciudad en la que se pueda vivir sin trasegarse algún narcótico para ir tirando, o sin echarse al coleto cantidades inmoderadas de estimulantes o depresores del sistema nervioso central, a menos que se salga poco de casa o se disponga de una cuenta bancaria que permita pasearse por las calles madrileñas sin entablar contacto directo con los estresados lugareños, sólo frecuentando locales lujosos que la chusma no tiene oportunidad de visitar. Y más vale no sintonizar Telemadrid.

Los responsables políticos locales, muy significativamente Esperanza Aguirre y sus acólitos, contribuyen con todas sus fuerzas a que ni siquiera nos quede la oportunidad de relajarnos un solo momento: la presidenta de la Comunidad se ha empeñado en hacer de Madrid -en conjunción con Valencia- el baluarte ultraderechista desde el que resistirse contra viento y marea a la actual hegemonía socialista. Sin importarles a quiénes atropellan, van dejando en la cuneta cabezas remolonas (no ya díscolas), como la del propio alcalde de Madrid.

Lo mejor que se puede hacer es largarse de aquí a todo trapo, sin mirar atrás. La pena es que el exilio requiere que se den muchas circunstancias cuya concurrencia no es habitual. Que si no…

Ay, el fútbol

Al fin ha ganado el Barça la liga. Me alegro por los culés, y también por mi hígado. Mi madridismo nunca ha precisado ir en contra de nadie, y me parece correcto que un equipo que ha hecho, como es el caso, una liga magnífica, se lleve el triunfo a casa. Por otra parte, tengo comprobado que cada vez que mi equipo gana una competición se monta por las calles de mi ciudad tal festival futbolero, tal invasión de mendrugos forofos y fanáticos, que casi, casi, dan ganas de que hubiera ganado otro equipo. De ahí que este segundo puesto liguero suponga un alivio para cierta parte de mis vísceras, nada delicadas por otra parte. Más aún, teniendo en cuenta cómo se las gastan algunos profesionales del fútbol, como el gran delantero Samuel Eto’o, que con lo que gana podría gastar algo en aprender modales: me refiero a su coreo del “Madrid, cabrón, saluda al campeón”, el otro día en el estadio barcelonista. Da gusto que esas mamarrachadas las hagan gentes que resultan aclamadas por otras aficiones. De vez en cuando reconforta que sean otros los que tengan que avergonzarse de la hinchada o de la plantilla del equipo preferido.

En esto del fútbol yo sólo tengo un odio: me asquean el 90% de los sinvergüenzas que ocupan puestos directivos en los clubes. Muy significativamente, detesto a Florentino Pérez y a sus colegas, algunos de los cuales forman parte de la flor y nata del empresariado madrileño, el mismo que ha hecho de mi ciudad un vestigio de lo que pudo haber sido y no fue: la misma gentuza que nos tiene a mis paisanos y a mí vendidos, por este orden, a la especulación inmobiliaria, el tráfico rodado y Fomento de Construcciones y Contratas (u otras malas hierbas del mismo gremio).

Si esta falta de copas y títulos que padece el Real Madrid sirviese para que mi equipo dejase de dar cobijo a esta panda de sanguijuelas, la daría por bien empleada. No caerá esa breva.

El Reino de Blair

El periódico más vendido en el Reino Unido, The Sun, resulta sintomático de la podrida cultura política de la mayor parte de los habitantes de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Sus responsables han escogido como titular para resumir la victoria de Tony Blair, por tercera vez consecutiva en unos comicios generales, la siguiente perla: “Kicked in the ballots” (“Pateado en las votaciones”), un zafio juego de palabras que aprovecha la similitud sonora entre ballots (votaciones) y bollocks (cojones), para ilustrar la amargura que debe haber supuesto al primer ministro británico perder escaños en favor de los liberal-demócratas, la tercera fuerza política tras las elecciones. Siempre podrían haber elegido un titular algo más elegante, pero supongo que el Consejo Editorial del Sun sabe muy bien cuál es la manera de contar las cosas que le gusta a su legión de lectores. Por si queda alguna duda de qué importancia concede este diario a la elección de nuevo gobierno, os diré que llevan varios días ilustrando con fotografías los lances de una fingida disputa cuerpo a cuerpo entre dos mujeres escasamente ataviadas de sendos tangas, uno rojo y otro azul, que representan respectivamente al partido laborista y al conservador. Pestilentemente machista, y estúpido hasta no poder más. E ilustrativo.*

El Reino Unido va de mal en peor. La opción de Blair es mala, malísima. Pero los que podían quitarle el puesto son de la misma calaña y parecida ideología: y ya se sabe, ¿para qué probar algo nuevo, si no parece que haya posibilidades de que la novedad mejore lo presente? Ni el partido conservador ni el liberal-demócrata volverían a nacionalizar los bienes que se han privatizado durante las dos últimas décadas. Tampoco es probable que dichas formaciones políticas tuviesen voluntad de enemistarse con el Gobierno estadounidense, sacando a las tropas británicas de los territorios ocupados en Irak por el ejército aliado. Por otro lado, la economía británica es una de las más fuertes de Europa: la inflación, las tasas de interés y el empleo se mantienen en unos niveles satisfactoriamente bajos, y Blair mantiene una política de altos impuestos que ha conseguido mejorar los abandonadísimos servicios educativos, de transporte y sanitarios. Así mantiene a raya a la gente de su partido que se empeña en que el laborista no sea un calco del partido tory.

El bipartidismo en Gran Bretaña es una institución tan arraigada que es imposible que partidos minoritarios y con componentes nacionalistas como el Plaid Cymru (galés), el Partido Nacional Escocés, o el Sinn Fein, tengan la influencia que ha logrado en España Esquerra Republicana de Catalunya. Esto se debe sobre todo al sistema electoral británico, de representación directa y no proporcional, y según el cual sólo el candidato más votado en cada distrito será miembro del Parlamento (y hay distritos de todos los tamaños). Teniendo esto en cuenta, y también que la abstención en estas elecciones ha sido la opción del 40% del censo, decir que la victoria de Tony Blair es democrática, es una vez más un insulto a la inteligencia del que escucha tal cosa.

A menos que haya que pensar en cambiar el significado de la palabra “democracia”, naturalmente.

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* Parece mentira, pero es verdad: http://www.thesun.co.uk/article/0,,2-2005202505,00.html

El Panzerpapa

La elección como jefe de la Iglesia católica de un hombre tan beligerantemente ultraderechista como Joseph Ratzinger, que se ha empeñado en morir vestido de Papa, es una malísima noticia. Todos conocíamos a este sujeto: algunos, desde hacía tiempo. Otros, sólo han sabido de él hace algunos días. Pero a nadie se le escapa que el nuevo obispo de Roma es el hombre cuya opinión en materia ideológica se ha convertido en dogma, y que él es quien rige los actuales caminos de la doctrina católica. Ratzinger ha sido, junto a su difunto compadre polaco, el responsable de la línea más intransigente que ha seguido el Vaticano desde el papado de Juan XXIII. Nada de mujeres ejerciendo el sacerdocio; nada de preservativos contra el sida; los homosexuales, al infierno; los divorciados, también; no al aborto, no a la eutanasia; no a la fecundación artificial; nada de curas casados… y no al marxismo, no al laicismo, no al relativismo, no al liberalismo, no, no, y no, nunca, ni hablar. Y los pobres, algo habrán hecho.

Resulta Ratzinger además un tipo antipático y malencarado. Es cruel, soberbio, desmedidamente ambicioso, déspota, intrigante, inflexible y megalómano. Es como si a Hitler, mejorado y ampliado, le hubiesen ofrecido el Pontificado desde el Colegio Cardenalicio en un momento de arrebato pasional. Hasta el encargado de dar la mala noticia hacía juego: el cardenal chileno Medina Estévez, conocido por su apoyo total al régimen de Pinochet, fue quien dijo aquello de “Excelentissimum ad Reverendissimum Dominum Iosephum, Santae Iglesiae Cardinalem Ratzinger”, henchido de gozo.

Este tipo entiende el progreso del mismo modo que su amigo George W. Bush: en el control de los medios de comunicación tiene su bandera. Nunca un entierro papal y la elección del nuevo pontífice habían descubierto tantos secretos del Vaticano. Probablemente Ratzinger, antes conocido como el Panzerkardinal, crea que así se gana al personal. A Goebbels, también alemán, no le salió mal su excelente manejo de la propaganda: consiguió esconder tras ella ambición, miseria, sangre, represión, violencia, injusticia, muerte y dolor. Pero al papa le preceden sus hechos.

Bush y Ratzinger, ahí los tenéis. Mano dura, nada de contemplaciones. Han hecho caso omiso de la petición de ayuda del episcopado latinoamericano, que reclama atención ante la huida de fieles a otras religiones más atentas con los pobres y los marginados. Ambos jefes de estado son partidarios, como Hitler, como Pinochet, como Franco, de la vía rápida: conciben que es preferible la muerte del enemigo antes que intentar que se pase al bando propio. Probablemente, en ello influya que la catadura moral necesaria para estar a su lado motu proprio sea la peor imaginable. A muchos hay que convencerlos a hostias. De las que duelen, no de las que confeccionan las monjas.

Muchos se alegran de que semejante bigot haya tomado el relevo de Juan Pablo II: suponen que el nuevo Benedicto XVI acabará con la institución religiosa más influyente del mundo, de puro fascista. Tengo ya conocimientos suficientes como para afirmar que ésa no suele ser la vía por la que caen los enemigos. Ahí tenéis a Pinochet, ahí tuvisteis a Franco. Lo que ocurre en general es que nos hacen sufrir más al resto, y ellos se mantienen en el poder fastidiando, tan pichis. Cualquier parcela de poder en manos de gente de esta ralea es perniciosa para la humanidad: nunca me produce alegría alguna la noticia de que tal cosa sucede.

En este caso, aparte de que dará más alas aún a todos los que se oponen, por ejemplo, a la legalización del aborto en España, mucha gente sufrirá por culpa del Vaticano. En las barriadas pobres de las ciudades africanas en las que la mortandad por sida es del 50% entre los niños que allí malviven, no tiene ninguna gracia que los misioneros católicos -que son ciertamente de los pocos occidentales norteños que se preocupan de ellos- tengan que hacer milagros para intentar que su feligresía no muera. Los teólogos de la Liberación se pueden dar por extinguidos del todo.

La derecha se reafirma, se rebela, se encabrita. Y no descubro nada cuando digo que la derecha cabreada se fascistiza: insultan, crispan, pegan, persiguen, bombardean, destruyen, y joden la vida a todo el que se opone a sus objetivos.

No, no es precisamente ésta la mejor noticia que podría haber oído el 19 de abril de 2005.

Acordes y desacuerdos

En mi opinión, los resultados de las pasadas elecciones al Parlamento Vasco pueden satisfacer a todo el mundo, menos a la coalición PNV-EA y al Partido Popular. A los primeros, porque aún ganando los comicios han perdido escaños, y deben repensar cómo formar gobierno, y porque además el lehendakari en funciones había planteado públicamente las elecciones -creo que hizo mal- como si se tratase de un referéndum acerca de la intención de la ciudadanía vasca respecto al conocido como “plan Ibarretxe”. En ese sentido, y en coherencia con lo anterior, el candidato peneuvista debería plantearse la posibilidad de que en su país sólo una minoría está de acuerdo con la idea del estado vasco libre asociado al Estado español: también hay partidarios de la ruptura con el Gobierno de Madrid, que han alcanzado una formidable proporción de escaños (9), y también los hay que prefieren una reforma del estatuto vasco, a la manera catalana. Por supuesto, los hay también que quieren que las cosas sigan como están ahora. No hablo de “fracaso estrepitoso”, como tantos comentaristas políticos biliosos, pero creo que es razonable pensar que Ibarretxe y sus aliados están actualmente, en este asunto, en minoría. Claro que nadie tiene el privilegio de defender tesis mayoritarias en la cuestión de la autodeterminación. Tal vez en lo que coincida la mayoría de vascos es en que sólo ellos tienen derecho a decidir cómo se organiza su país. Pero poco más: queda un largo trecho, seguramente con más desencuentros que encuentros, hasta que haya cierto consenso social. Un buen comienzo sería permitir la realización de un referéndum al respecto, al menos para ir aclarando la cosa.

El PP tiene razones distintas para la melancolía: por un lado, han perdido algunos escaños. Por otro, están que muerden con los 9 escaños que ha logrado obtener EHAK, la única formación para que toda la izquierda abertzale, salvando Aralar, ha pedido el voto.

Lamento la desilusión de Ibarretxe, aunque creo que el nuevo Parlamento Vasco será un ejemplo de pluralidad, y eso es bueno, a pesar de las dificultades para ponerse de acuerdo. Pero celebro la rabia del Partido Popular, porque se basa en una ideología nada edificante, que no quiero que vuelva a pasearse por el mundo diciendo que me representa.

Treinta metros

El PSOE está especializado en la institucionalización de la precariedad. Sin rubor ni complejo además, porque “son de izquierdas”. Legalizaron las ETT’s, flexibilizaron los despidos, cerraron fábricas, reconvirtieron industrias, privatizaron empresas públicas e hicieron todo lo que estaba en su mano por meter a España en la Zona Euro. Ahora, en una prodigiosa acrobacia del Ministerio de Marear la Perdiz, el que dice que se ocupa de la vivienda (un bien de primerísima necesidad), pretenden hacer pasar una habitación por un hogar confortable. “Hombre, los pisos de 30 m2 se venden, están en el mercado, sólo reflejamos una realidad”, dicen en el Ministerio. A ver qué vida, ¿qué quiere que hagamos? También hay gente viviendo debajo de los puentes de la M-30, que los ponga el Gobierno a la venta. “Son para los jóvenes, una solución temporal.” Como si los jóvenes no tuviesen derecho a la intimidad (un dormitorio), a la limpieza (una cocina cerrada), o a la tranquilidad. “En Escandinavia también lo hacen.” En Escandinavia esas casitas son gratuitas para los estudiantes. El Gobierno se encarga de su guardia y custodia, y además los que las ocupan tienen derecho a muchas instalaciones comunes, que incluyen cocinas, comedores, salones, jardines, gimnasio y biblioteca.

Es todo mentira. Que le metan mano al precio del suelo, o que se callen. Mira, que se callen de todos modos, porque hay que ver la mala leche que provoca su impresentable desfachatez.

Juan Pablo Superstar

Bueno, pues nada. Non habent papam. De momento. Lo que todos sabíamos que ocurriría, y parecía que se dilataba en acontecer, ha ocurrido al fin: ha terminado la vida de Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II. No puedo decir que me disguste la noticia: sentía una fuerte antipatía por el personaje. Tampoco me pone de especial buen humor, porque la Iglesia católica no es precisamente mi institución preferida, y sé perfectamente que aunque uno de sus dictadores deje de serlo –normalmente por fallecimiento, como en este caso-, siempre podrán tirar de algún otro estafermo cardenalicio para continuar con su política de fastidiar y controlar al prójimo, en la misma y exitosa línea que siguió el difunto jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Reconozco, sin embargo, que me entretiene contemplar el cuajo de la Curia, mostrado en todo su esplendor en las exequias papales. Cuánto bordado, cuánto lujo, cuánto gorigori, cuánto cinismo y qué poca vergüenza. Es empresa imposible tomarse en serio eso de que la Iglesia católica se preocupa de los pobres, para cualquier televidente que eche un ojo a la retransmisión de las pompas fúnebres papales: y eso que sólo se ven las inmensas riquezas inocultables a las cámaras. El que visite el Vaticano in situ, si es persona sensible, agarra un cabreo de aúpa al recordar la propaganda católica en ese sentido.

La furia con la que Juan Pablo II persiguió a la Teología de la Liberación, y a sus seguidores, es una buena muestra de lo que a esta gente le preocupan los pobres y los marginados. En su afán en contra de esta corriente de religiosos se mezclaban su recalcitrante anti-comunismo (en absoluto exclusivo del polaco), y también el miedo a perder clientela, y con ella su control sobre los creyentes latinoamericanos, que son legión.

En efecto, nada menos que 4.800 millones de personas en este mundo son seguidoras de alguna religión, 1.086 de los cuales son afectos al catolicismo. Parece una cifra lo suficientemente abultada para contentar al Episcopado y a la Curia. Sin embargo, no es así. El Vaticano está preocupado por la rapidísima proliferación de iglesias cristianas alternativas en el continente americano, altamente fanatizadas, cada vez más poderosas económicamente, y con una influencia creciente sobre sus adeptos, que dejan de serlo del catolicismo apostólico romano.

En este sentido, si en los convulsos años 70 el Vaticano optó por elegir -en segunda ronda- a un papa de origen polaco, fanático anti-comunista, que ayudase a los propósitos occidentales de acabar de una vez por todas con el bloque del Este de Europa (labor a la que se prestó de buen grado Wojtyla, enemigo natural del laicismo militante en tales países), no tendría nada de extraño que en esta ocasión, veintitantos años más tarde, y teniendo en cuenta que ahora los problemas en Occidente provienen sobre todo de América Latina, resultase elegido como nuevo pontífice algún candidato originario de dicha parte del mundo. Si en 1978 los consejos de Washington fueron atendidos, no veo por qué no lo serán asimismo en 2005, y tal vez vaya por ahí la historia.

En todo caso, no guardo la menor esperanza de que vean mis ojos que el Vaticano se muestre partidario de la despenalización del aborto y la eutanasia, la homosexualidad o la lucha en contra de la discriminación de la mujer. Sólo cabría -que no cabe- la posibilidad de que el nuevo pontífice no fuera demasiado fanático en su conservadurismo.

Acaso alguien se pregunte por qué me interesa quién será el próximo jefe del Estado vaticano. Atendiendo a la posibilidad, os diré que, vistas las cualidades populacheras de Juan Pablo II, magnífico en su manejo del personal creyente, y vista también la influencia que tienen los papas en general en la historia contemporánea, no puedo dejar de interesarme por el asunto.

Por supuesto, sólo me atrae la faceta política de la elección y del posterior mandato. En absoluto la religiosa. Y no sólo porque no sea adepta del catolicismo ni de ninguna otra religión, sino porque las creencias de este estilo, sus ritos y sus seguidores producen en mi persona un hastío insoportable. Los aleluyas me traen a la cabeza mis momentos más aburridos en el colegio católico en el que estudié la E.G.B., y creedme que no los echo de menos.

Como no echaré de menos, tampoco, a este papa superstar, ídolo de masas cantarinas, friquis e intolerantes.

Los tres pequeños linces

Aparte de la no elección de Rouco Varela al frente de la Conferencia Episcopal, la mejor noticia que he recibido últimamente es el nacimiento en cautividad, por vez primera en España, de tres linces ibéricos en el Coto de Doñana. Parece que su mamá, una lince jovencita y primípara, de nombre Saliega, se está portando como una auténtica campeona: sus cachorros ya juegan y corretean, parecen bien alimentados y tranquilos. El padre, Garfio, es un magnífico macho de cuatro años natural de Sierra Morena. Con tales progenitores, supongo que la camada será espléndida.

Se trata de un éxito sin precedentes en lo que concierne a los esfuerzos por mantener la especie, la única de grandes felinos que tenemos en la península. Ojalá este nacimiento tan esperado y tan bienvenido no sea el último de estas características. Tengo oído que hay otra lince preñada en el mismo parque natural. Crucemos los dedos.

Ahora sólo falta que la Administración Central siga comprometiéndose por la protección de los linces ibéricos, de la manera en la que lo está haciendo. Lejos queda por fortuna la imbecilidad militante en la que el Gobierno del PP, en su sandia línea habitual, cayó también en este asunto. Recuerdo la comparecencia en el Senado de la secretaria general de Medio Ambiente pepera, María del Carmen Martorell, quien en su informe sobre la situación del lince ibérico y de las medidas a adoptar para su recuperación soltó, entre otras tonterías, las siguientes: “El lince parece bastante menos inteligente de lo que creíamos que era. Quizá tenga muy buena vista, pero después en sus conductas es un animal que corre muchísimo, y al correr muchísimo hay veces que no ve.”

Es una suerte que no tengan ya el poder ejecutivo. Para el lince, también.