Esta noche he dormido francamente poco. Ha sido una noche corta de sueño y larga en lectura, una noche rara porque además Ãngel está de viaje de trabajo en Casablanca, y siempre me cuesta dormir sola.
La culpa del desvelo es de este modesto libro en edición de bolsillo:
HabÃa oÃdo hablar de esta novela por primera vez, y con verdadero entusiasmo, a un chaval que trabaja de becario en El Cairo, al que conocà en mi viaje de febrero. No habÃa vuelto a acordarme de ello hasta el lunes, el dÃa que la Providencia vestida de azar me condujo a una librerÃa del aeropuerto de Ãmsterdam. Del libro que me habÃa llevado apenas me quedaban cuatro o cinco hojas por leer, y mi experiencia en los vuelos de más de dos horas sin otra cosa que leer que la revista de la aerolÃnea no me dejaba opción: tenÃa que buscarme lectura ipso facto.
Y ahà estaba esperándome esta novelita, con su llamativa portada bicolor a juego con el tÃtulo, en castellano “El niño con el pijama a rayas”. Recordé la recomendación y no dudé en comprármela.
Vaya si hice bien: esta novela es de las que crean afición, y sÃ, algo de aflicción inevitablemente. No os voy a contar absolutamente nada del argumento, porque os estropearÃa la sorpresa. Me limitaré a deciros que hacÃa tiempo que una lectura no me enganchaba tanto: he tardado dos dÃas y media en leerla, curiosamente el mismo tiempo que su autor, John Boyne, asegura que tardó en escribirla. Y yo no soy de las que se pasa las tardes leyendo; cuando no estoy de vacaciones sólo leo en los transportes públicos, en el almuerzo (si estoy sola), y en la cama antes de dormir.
Si tenéis la posibilidad, os recomiendo que la leáis en inglés. Está escrita de manera sencilla y accesible para cualquiera que tenga un nivel medio en este idioma.
En fin, se me ha despertado el hambre por leer. Esta mañana he comenzado otra novela que promete, más larga y más compleja que la que esta noche me ha ocupado. Se trata de “Antes de que hiele”, de Henning Mankell. Empieza bien, ya os contaré qué tal continúa.
2 comentarios ↓
Noto cierta obsesión con el Holocausto por aquà jajaja
Puede ser, pero ojo: no entré en la Anna Frankhuis en Ãmsterdam. Todo tiene un lÃmite.
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