El Panzerpapa

La elección como jefe de la Iglesia católica de un hombre tan beligerantemente ultraderechista como Joseph Ratzinger, que se ha empeñado en morir vestido de Papa, es una malísima noticia. Todos conocíamos a este sujeto: algunos, desde hacía tiempo. Otros, sólo han sabido de él hace algunos días. Pero a nadie se le escapa que el nuevo obispo de Roma es el hombre cuya opinión en materia ideológica se ha convertido en dogma, y que él es quien rige los actuales caminos de la doctrina católica. Ratzinger ha sido, junto a su difunto compadre polaco, el responsable de la línea más intransigente que ha seguido el Vaticano desde el papado de Juan XXIII. Nada de mujeres ejerciendo el sacerdocio; nada de preservativos contra el sida; los homosexuales, al infierno; los divorciados, también; no al aborto, no a la eutanasia; no a la fecundación artificial; nada de curas casados… y no al marxismo, no al laicismo, no al relativismo, no al liberalismo, no, no, y no, nunca, ni hablar. Y los pobres, algo habrán hecho.

Resulta Ratzinger además un tipo antipático y malencarado. Es cruel, soberbio, desmedidamente ambicioso, déspota, intrigante, inflexible y megalómano. Es como si a Hitler, mejorado y ampliado, le hubiesen ofrecido el Pontificado desde el Colegio Cardenalicio en un momento de arrebato pasional. Hasta el encargado de dar la mala noticia hacía juego: el cardenal chileno Medina Estévez, conocido por su apoyo total al régimen de Pinochet, fue quien dijo aquello de “Excelentissimum ad Reverendissimum Dominum Iosephum, Santae Iglesiae Cardinalem Ratzinger”, henchido de gozo.

Este tipo entiende el progreso del mismo modo que su amigo George W. Bush: en el control de los medios de comunicación tiene su bandera. Nunca un entierro papal y la elección del nuevo pontífice habían descubierto tantos secretos del Vaticano. Probablemente Ratzinger, antes conocido como el Panzerkardinal, crea que así se gana al personal. A Goebbels, también alemán, no le salió mal su excelente manejo de la propaganda: consiguió esconder tras ella ambición, miseria, sangre, represión, violencia, injusticia, muerte y dolor. Pero al papa le preceden sus hechos.

Bush y Ratzinger, ahí los tenéis. Mano dura, nada de contemplaciones. Han hecho caso omiso de la petición de ayuda del episcopado latinoamericano, que reclama atención ante la huida de fieles a otras religiones más atentas con los pobres y los marginados. Ambos jefes de estado son partidarios, como Hitler, como Pinochet, como Franco, de la vía rápida: conciben que es preferible la muerte del enemigo antes que intentar que se pase al bando propio. Probablemente, en ello influya que la catadura moral necesaria para estar a su lado motu proprio sea la peor imaginable. A muchos hay que convencerlos a hostias. De las que duelen, no de las que confeccionan las monjas.

Muchos se alegran de que semejante bigot haya tomado el relevo de Juan Pablo II: suponen que el nuevo Benedicto XVI acabará con la institución religiosa más influyente del mundo, de puro fascista. Tengo ya conocimientos suficientes como para afirmar que ésa no suele ser la vía por la que caen los enemigos. Ahí tenéis a Pinochet, ahí tuvisteis a Franco. Lo que ocurre en general es que nos hacen sufrir más al resto, y ellos se mantienen en el poder fastidiando, tan pichis. Cualquier parcela de poder en manos de gente de esta ralea es perniciosa para la humanidad: nunca me produce alegría alguna la noticia de que tal cosa sucede.

En este caso, aparte de que dará más alas aún a todos los que se oponen, por ejemplo, a la legalización del aborto en España, mucha gente sufrirá por culpa del Vaticano. En las barriadas pobres de las ciudades africanas en las que la mortandad por sida es del 50% entre los niños que allí malviven, no tiene ninguna gracia que los misioneros católicos -que son ciertamente de los pocos occidentales norteños que se preocupan de ellos- tengan que hacer milagros para intentar que su feligresía no muera. Los teólogos de la Liberación se pueden dar por extinguidos del todo.

La derecha se reafirma, se rebela, se encabrita. Y no descubro nada cuando digo que la derecha cabreada se fascistiza: insultan, crispan, pegan, persiguen, bombardean, destruyen, y joden la vida a todo el que se opone a sus objetivos.

No, no es precisamente ésta la mejor noticia que podría haber oído el 19 de abril de 2005.

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