Pollitica? No, grazie

Recién regresada de Italia, cuando me preguntan qué me ha parecido ese país, lo primero que hago es hablar de lo sensibilizada que –también- está la población italiana con esta absurda, monstruosa, miserable, criminal, interesada y despiadada destrucción de Irak y de los iraquíes. En el Lacio, en la Toscana, en la Emilia-Romaña, y en el Véneto (Venecia incluida), colgaban aquí y allá, de muchas ventanas, banderas arcoirisadas con la palabra “pace”, iluminando las ciudades, los pueblos, las estaciones de tren. “Pace da tutti i balconi!”, dice la campaña que promueve el despliegue de las banderas pacifistas, y que desde luego ha sido todo un éxito. El espíritu mercantil que caracteriza a los habitantes de la mitad norte de la península itálica da una idea de lo popular que se ha hecho la bandera de marras: dondequiera que se vaya se encuentra el logo de la campaña pacifista, en forma de camisetas, insignias, banderas, cintas, bufandas, pañuelos… a un módico precio, naturalmente. Para ser justa, también puede uno agenciarse el arco iris oficial en las sedes de organizaciones cuyo ánimo, en este caso al menos, no es el de lucrarse.

Los de Rifundazione Comunista, por ejemplo, se han implicado muy seriamente en la campaña antibelicista, bajo el lema “Fermiamo la guerra all’Iraq”. Han cubierto Roma de carteles (en los lugares destinados a tal efecto, por cierto: La città eterna es un lugar admirablemente civilizado), apoyando las manifestaciones semanales y la comentada campaña banderil. También algún espabilado, de evidentes tendencias comisio-obreristas o zapateristas, ha aprovechado que se remueve el agua para intentar sacar provecho propio en las municipales que se avecinan.

En las manifestaciones, por cierto, se escuchan cantilenas que llevaban mucho tiempo en el olvido: “Bella Ciao”, sin ir más lejos. Cuando se entonó por vez primera este pseudo-himno partisano en una manifestación pacifista estábamos en Italia. Se provocó todo un debate a nivel nacional sobre las consecuencias de cantar tal cosa. Recuerdo una amarga misiva de un lector indignado a la sección de cartas al director de “Il Giornale”: le parecía infumable que la RAI retransmitiera el momento en que unos niños de como ocho años cantaban aquello de Una mattina mi sono alzato / O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao, “porque es evidente que esos pobres infantes no entienden la contradicción entre enarbolar una bandera que dice ‘paz’ y cantar una canción sobre alguien que muere orgullosamente en una guerra”. Bueno, pues sí. Este corresponsal tiene su parte de razón. Estoy de acuerdo con él en que es ciertamente contradictorio afirmar que se está “en contra de todas las guerras” (con lo que eso parece significar, a saber: que uno está en contra, siempre, de cualquier forma de violencia, cualesquiera sean las circunstancias), y corear E si muoio da partigiano (. . .) tu mi devi seppellir. En todo lo demás me huelo que discrepo de las opiniones del menda, porque a estas alturas de la película ya me huelo de qué va la basca.

En uno de los múltiples debates que las cadenas televisivas italianas dedican al asunto de la guerra, Fabio Capello (es un entrenador de fútbol, para quien no conozca al personaje) afirmaba que las manifestaciones pacifistas tenían un evidente contenido político. Logró, en su circunspecta y enigmática línea habitual de comportamiento, no opinar ni para bien ni para mal sobre tal aserto. La cosa es que una de las defensoras de la pace se indignó tanto ante el comentario de Capello que más bien parecía una marine sedienta de sangre: “Pues no, señor. Yo estoy en contra de ESTA guerra, de George W. Bush, de este Gobierno estadounidense en concreto” (sic). A todo esto, un diputado de Forza Italia que se encontraba también en el plató se puso más contento que unas Pascuas: “Claro que sí, ahí está el asunto, la gente que se manifiesta lo hace en un ámbito político, les guste o no” (más sic).

Y tengo que volver a estar de acuerdo con los malos: pues evidentemente, claro que sí. Estas manifestaciones son política pura, esté uno en contra de este Gobierno estadounidense en concreto, o en contra de todos los gobiernos que hacen cosas por el estilo, o de los que los apoyan, o los han apoyado, o los apoyarán. ¡Es que la política es eso, precisamente! ¡Se trata de tener ideas concretas sobre cómo regir los países, las relaciones internacionales, los procesos económicos y sociales que nos incumben o de los que tenemos noticia!

El pacifismo –aquí y en todas partes- es un movimiento político, “les guste o no” a los pacifistas. Me huelo que no les agrada relacionarse con el término “política” porque entienden que tal cosa se circunscribe estrictamente al ámbito parlamentario, o a los partidos políticos convencionales. Sólo espero que se den cuenta de que la política se hace en el Parlamento y en el Senado, y también en la calle, en el bar, en el despacho y en el cuarto de estar. Política se hace, en definitiva, al tomar una postura determinada ante la realidad social y económica que uno conoce. Y también al decidir que debe o no cambiar, y cómo hacer que cambie o que se perpetúe.

En tanto tal entendimiento se extienda, siempre está bien, pero que muy bien, que la gente salga a la calle en todo el mundo para mostrar su indignación ante esta monstruosidad. Cuando escribo este rollo me acabo de enterar de que José Couso, cámara de Telecinco, ha sido asesinado en Bagdad desempeñando su trabajo. Junto con otros cuatro compañeros periodistas. Y cientos de civiles iraquíes.

Citando a Julio Anguita, padre de otro periodista recién asesinado, Julio Anguita Parrado: “Malditas sean las guerras y malditos sean los canallas que las apoyan”. Que la sangre de la que se benefician les ahogue.

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